miércoles, 6 de agosto de 2014

Corto el Amor, escaso el Perdón y tan largo el Odio

Cuando llegué a Halifax, Nova Scotia, no tenía muy claro si me quedaría a vivir aquí o sería sólo una escala; pero lo que sí tenía claro era que no quería volverme a meter en el desenfreno tirano de una ciudad grande, cara y llena de carros otra vez. Acababa de salir de Bogotá y los que la conocen ya saben a lo que me refiero.

Quería estar un poco más tranquila, vivir como una persona y no como una máquina -o a merced de ellas. En el fondo quería aprender también a ser una ciudadana, y a volver a querer a mi país viéndolo desde afuera. 

A decir verdad, Halifax es chiquita, las oportunidades laborales pueden ser bastante limitadas en comparación a Toronto y de eventos culturales pocón pocón... Siendo honestos, sería fácil aburrirse aquí. De hecho, tengo que admitir que a veces me ha dado la renegadera cuando me he quedado sin trabajo pero luego se me pasa y vuelvo a quererla por una razón muy simple: la gente de esta ciudad es definitivamente encantadora. Sonríen, saludan, ayudan, te celebran, te hacen sentir bienvenido, te dan la oportunidad. No sé si es afinidad costeña, el entorno hermoso en el que viven, el pelo mono o qué pero la mayoría me enseñó a ser persona de nuevo precísamente porque son querendones, una cualidad de la que nosotros los colombianos pensamos que tenemos pero nuestra realidad y nuestra historia reflejan otra cosa distinta.

Ya sé que van a pensar que soy "anti-patriota", "vendida" o "ay mírenla tan creída porque vive por allá, pa' saber que se crió comiendo yuca con suero". Si eso es lo que les inspira este post, están comprobando mi teoría y me están dando la razón.

Antes de seguir quiero que quede constancia: de las colombianas que aman a su país y a su gente, soy la que más! y precísamente por eso es que estoy tratando de escribir este blog. Porque quiero que los colombianos nos queramos más y seamos mejores ciudadanos... un país tan bonito no se puede dejar ir por el inodoro.

Y bastante que me gusta la yuca con suero!

Volviendo al tema, por qué digo que los colombianos no nos queremos?

1. La guerra nos ha separado en dos bandos: Desde los tiempos de la Independencia hemos probado nuestro éxito rotundo en una sóla cosa, dividirnos en dos bandos y tomar partido por uno u otro sin saber por qué. Desde los Godos o Cachiporros, Realistas o Independentistas, Federalistas o Centralistas, Liberales o Conservadores, Izquierdistas o Derechistas... hasta llegar hoy en día a cosas tan absurdas y sin sentido como Uribistas o Santistas.

Si seguimos así en qué vamos a terminar? Starbuckistas versus JuanValdecistas? Pro-Amarillos versus Uberistas?

No quiero decir que no haya diversidad de opiniones y que todos deberíamos pensar igual. Todo lo contrario, alabo que haya distintos puntos de vista en nuestra sociedad ya que eso enriquece el debate y genera más ideas. El problema realmente está en nuestro nivel de intolerancia ante los que piensan distinto. 

Somos personas, no troncos... y la gran ventaja que tenemos sobre los vegetales además de las piernas para caminar son los oídos para escuchar y el cerebro para generar ideas a partir del debate constructivo. 

Para qué gastar tanta energía defendiendo o atacando a Zurriaga o a JuanPa si a la final todos amamos a James?

2. Los colombianos no debatimos, peleamos: Está bien que tengamos nuestras diferencias de pensamiento, es maravilloso que haya diversidad de opiniones y formas de pensar. Las distintas visiones del mundo alimentan el debate. Pero eso es precísamente lo que falla en mi país. Los colombianos no debatimos sino que peleamos. No lanzamos argumentos sino insultos: 

Hij***ta Narco-Guerrillero!
Desgraciado Narco-Paraco!
Izquierdista de m***da
Facho carev***ga
Castro-Chavista
Oligarca explotador proyanqui

Qué tal si por cada insulto que se nos ocurra generamos y twiteamos una idea? 

3. Somos malos perdedores... y malos ganadores también: Como consecuencia de los dos puntos anteriores, los colombianos tenemos una mentalidad muy particular: todo tiene que terminar en un ganador y un perdedor. Hasta el acto más cotidiano es un ejercicio de competencia más no de convivencia, ni mucho menos de tolerancia, o de intercambio de ideas.

Nos arde perder una apuesta, un partido de fútbol o unas elecciones. Y por eso vemos tantas personas quemadas con ácido, tantas peleas que terminan en tragedia. Tantas amistades que se rompen.

Pero lo más triste no es sólo la frustración de los que pierden, sino la sobradez de los que ganan. Es así como escuchamos a ilustres pensadores y servidores públicos como Pachito Santos decir "Sí, aquí pierden uno y ganan otros, qué se le va a hacer [con respecto al TLC con Estados Unidos]" (ver el vídeo aquí). Como si la tarea del Gobierno no fuera proteger a TODOS sus ciudadanos por igual, tanto a los que votaron o no por ellos. Y en este caso, proteger a los sectores productivos vulnerables o estratégicos y los que ganen lo hagan con prácticas justas. Porque si el mercado lo regula todo entonces tanto el presidente como el ministro y hasta el mismo Pachito están sobrando en esos puestos. Deberían entonces ahorrarnos esa platica de impuestos y buscar trabajo en otra parte porque el pueblo no está para alimentar inútiles.

Y si aprovechamos las derrotas para aprender de los errores y los triunfos para inspirarnos, compartirlos y multiplicarlos?

Por último:

4. Por alguna razón, actuamos exactamente al contrario de lo que decimos pensar e igual a lo que decimos odiar. En resumen: salimos con unas incoherencias como:

El futuro de Colombia es la Innovación
Pero le bajamos el presupuesto a Colciencias

Necesitamos fortalecer el Estado
Privatizando las empresas estratégicas del Estado

Estamos mamados de las Narco-Paraco-Prepago-novelas
Y son las que más rating tienen

Hoy yo me pregunto con tanta tristeza, por qué el amor es tan corto, el perdón tan escaso y el odio tan largo? y por qué ciudadanos comunes y corrientes que gracias a Dios nunca hemos tenido que enfrentar directamente situaciones tan duras y humillantes como un secuestro, un atentado, una extorsión, ni siquiera una amenaza, nos dejamos llevar por el odio y tomamos partido por uno u otro bando y en vez de racionalizar nuestras inconformidades para aportar soluciones, nos desfogamos a twiterazo limpio?.

Lo único que puedo decir es... que cada vez que se nos ocurra un insulto en contra de un colombiano, sea el que sea, guerrillero de las farc o paraco, presidente, ex-presidente, alcalde, taxista... el que sea, pensemos en un delicioso platanito maduro asado con queso y bocadillo, en un buen ajiaco santafereño o un buen vaso de jugo de zapote... o el atardecer en el mar de los siete colores de San Andrés... esas son las cosas que por más querendones que sean los Haligonios o por muy bonito que sea Canadá, jamás me van a poder brindar. Son cosas que extraño pero que hoy en día no puedo tener, sólo recordar.

Eso que tanto amamos y tanto nos gusta es lo que está en juego, si no nos queremos, no perdonamos y nos seguimos odiando.

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